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Nuestro Primer Amor

por Maggie Ford


La vida es dura. Somos humanos. Nos cansamos. Hay cosas que nos hieren. Hay cosas que olvidamos. Y a veces cuando vemos la injusticia y odio en el mundo, nos volvemos fríos, como el mundo. Nos preguntamos si realmente podemos llegar a hacer una diferencia, y nos marchitamos un poco, tratamos de excusar nuestro comportamiento, retrocedemos, y empezamos a sentir lástima por nosotros mismos.

Que Dios nos aleje de este glaciar- en aras de Su Nombre, del avance del evangelio, y por nuestras propias almas.


Por Qué Amamos

Recibimos el mandamiento de amarnos el uno al otro y amar a Dios con todo nuestro corazón, alma, mente, y fuerza. No sólo las leyes y los profetas se mantienen firmes en estos dos mandamientos (Mateo 22:40), pero el poder de obedecerlos fue conseguido a través de la vida, muerte y resurrección de nuestro Salvador Jesucristo.

Su amor perfecto se demostró en la cruz, y su amor refleja el amor de Dios.

“Amamos porque primero Él nos demostró su amor” (1 Juan 4:19)

El amor es una cualidad del carácter de Dios y es inseparable de Él. Su amor está comandado en respuesta directa a Dios revelándose como un Dios “compasivo y clemente” (Éxodo 34:6)


Nuestra fe en Dios instiga nuestras acciones, y al mismo tiempo, nuestras acciones evidencian nuestra fe en Dios. Si no amamos a Dios, no podemos amar al prójimo. Si no creemos en Su soberanía, le tendremos miedo al mundo. Si no confiamos en Su poder, nos marchitaremos.

Kyle Broad - Unsplash
Photography courtesy of Kyle Broad/Unsplash

Y si no construimos nuestras vidas en la fundación segura de Su Palabra, nos olvidaremos y nos iremos flotando, sorprendiéndonos cuando un día, Él “que nos ama y nos libró de nuestros pecados con su sangre” (Apocalipsis 1:5) vendrá y nos dirá lo que le dijo a la Iglesia en Éfeso, “Sin embargo, tengo contra ti que has dejado tu primer amor.” (Apocalipsis 2:4). “Éste intercambio de fe y acción (incluyendo el amor) es la razón por la cual, en una generación oscura, la gente de Dios es reconocida y destacada por su amor (Juan 13:35).


Sólo amamos si hemos sido amados. Nuestra perseverancia en el amor refleja nuestra creencia en la fe de Dios. Si cumplimos para Él- el Autor y la Definición del amor (1 Juan 4:8)- entonces el fruto del amor será evidenciado en nuestras vidas.


El Ejemplo del Amor

Dios no es un trono indefenso en el cielo observando acontecimientos. Tampoco se sorprende cuando el amor se enfría. Más bien, Dios sabe todo desde el inicio de los tiempos. Desde la rebelión de nuestros primeros padres, Dios ha demostrado su amor y misericordia con Su paciente resistencia, la promesa de redención, y el cumplimiento de todo a través de Su Hijo, Jesucristo- el mismo Cristo descrito en Filipenses 2. “Existiendo en forma de Dios, él no consideró el ser igual a Dios como algo a que aferrarse; sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres; y, hallándose en condición de hombre, se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!” (Filipenses 2:6-8)


“Dios demuestra Su amor por nosotros en esto: mientras que somos pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8) Su muerte fue nuestra expiación. Su separación de Dios trajo nuestra unión a Él. Solamente su gracia cubre nuestros pecados. Fredreich Lehman tiene razón al decir “Escribir sobre el amor de Dios drenaría los océanos, y ningún escrito podría contenerlo completamente, incluso si lo estiramos de una esquina del cielo al otro”. Entender este amor -El amor abundante de Dios que es nuestro a través del trabajo de Cristo- es la base de todo nuestro amor, y le base de todo nuestro sacrificio para y por el perdón de otros.


En este mundo, el amor es falsamente definido, por una parte, como una sensación emocional y sentimental, y por la otra, como el nivel más alto de tolerancia. Pero el ejemplo de Cristo llama a ambas perspectivas a coexistir, y demuestra el camino por el cual debemos ir.


Acciones de amor y sacrificios. En 1 Corintos 13, “el capítulo del amor”, el amor es descrito en nuestro idioma, pero es denotado por verbos en griego original. El amor por sí mismo es un verbo y no existe separado de una acción concreta. Por ejemplo, Jesús dijo, “Si me aman, obedecerán mis mandamientos” (Juan 14:15). Cristo demostraba Su amor a través de acciones: vino a nosotros y “como había amado a los suyos que estaban en el mundo los amó hasta el fin.” (Juan 13:1), y dio Su vida por ellos. Nuestro amor sigue al Suyo: “Sean imitadores de Dios, como hijos amados. Y caminen al amor, de la misma manera que Cristo nos amó y se entregó por nosotros, una fragante ofrenda y sacrificio a Dios (Efesios 5:1-2) “El amor no hace mal al prójimo; así que el amor es el cumplimiento de la ley.” (Romanos 13:10).


Por ejemplo, en la parábola del Buen Samaritano (Lucas 10), el samaritano hace el bien al prójimo. Se detiene y cura sus heridas, le da alojamiento, sacrifica el sueldo de dos días para cuidarlo y le dice al posadero: “Cuida de él, y lo que sea que gaste, lo pagaré a la vuelta (versículo 35). En Cristo hay amor, esperanza y recursos infinitos. Cuando dijo, “vayan y hagan ustedes lo mismo” en el versículo 37, Él nos explicaba lo que significaba “amar al Señor su Dios con todo su corazón, su alma, su fuerza y su mente, y al prójimo como así mismo (vs. 27)”. Llamaba a sus oyentes a amar con todas sus fuerzas, sin importar los méritos del ser amado, eliminando cualquier forma de alejamiento.


El amor cree y se niega a blasfemar. Si hemos oído el evangelio mil veces, a veces lo pasamos por alto. Olvidamos que el Padre dijo, “Éste es mi amado Hijo, en el cual tengo complacencia” (Mateo 3:17). Nos olvidamos que el Hijo confesó “No busco mi propia gloria, hay Uno que la busca, y Él es el juez (Juan 8:50). Y nos olvidamos que la Biblia nos enseña, “con todo eso, el SEÑOR quiso quebrantarlo” (Isaías 53:10) por la salvación de nuestras almas. Nos olvidamos de la sincronía del propósito eterno de Dios para exaltar Su Nombre y nos olvidamos de la misión salvadora de Jesucristo, resucitado, quien nos amó hasta la muerte y nos trajo al Reino de los Cielos. Nos olvidamos de la certeza de Su cosecha de los elegidos (Isaías 56:8) y del fin prometido de las tribus y lenguas ensambladas alrededor del trono (Apocalipsis 7:9).


Y en nuestro olvido y egocentrismo, pensamos que el amor es el mayor nivel de tolerancia en el cual simplemente “añades a Jesús a tu vida para sentirte mejor”. Somos ciegos a lo que el amor es en realidad- la unión a la definición de amor de Dios. El amor con Dios en medio alaba y sacrifica para Su gloria y dominio (Col 1:16, Salmo 23:2, Salmo 46:6, Isaías 37:20).


Si creemos en un evangelio falso que pone al hombre en medio, jamás sabremos la extensión de la gracia divina y jamás amaremos a otros por las razones adecuadas. Si formamos el amor de Dios para hacernos sentir mejor, entonces no hemos comprendido Su glorioso propósito de creación y relación- la gloria de Su nombre. El amor bíblico cree. Cree en el evangelio de Cristo. Y no blasfema al crear un Dios a la medida de sus propios deseos. Por el contrario, alaba al Dios que hace todo lo nuevo (Apocalipsis 21:5, Juan 4:20-21).


Un Llamado al Amor

En Apocalipsis 2, cuando la Iglesia ha perdido todo su amor, Cristo hizo tres llamados: recordar, arrepentirse, y regresar. Éste es el camino del amor. Es tal como dice John Piper, “derritan el glaciar” del egoísmo, el orgullo y la falta de amor y vuelvan a brillar como estrellas en medio de una generación “torcida y perversa” (Filipenses 2:15)


Recordamos que Cristo nos amaba y se entregó por nosotros, para hacernos Su pueblo, un pueblo con ganas de hacer lo correcto (Efesios 5:2, Tito 2:14)


Nos arrepentimos de pensar tanto en nosotros mismos y entrar en el camino de la obediencia, creyendo y rechazando la blasfemia (Col. 2:6, Gal. 2:20)


Y regresamos, llorando y cosechando, sabiendo que nuestras vidas no valen nada excepto para atestiguar la gracia que llegó a nuestras almas manchadas por el pecado, la gracia que cambió y elevó nuestras almas a un nuevo nacimiento, y el Salvador dice acerca de esto, “Ámense los unos a los otros como yo los he amado” (Juan 15:12).


Maggie Ford es una cristiana, hija, y hermana de siete hermanos. Trabaja alternadamente como asistente médica, socorrista, traductora de español, activista política, investigadora, camarógrafa, y escritora en Montgomery, Alabama. Le apasiona maximizar todas las visitas médicas con sus pacientes, cada trabajo en grupo, cada amistad, cada área de estudio, y cada oportunidad de trabajo para la gracia de Dios y compartir el evangelio tanto en Estados Unidos como en los lugares más remotos del mundo.


Envíe cualquier pregunta o comentario para Maggie en el formulario de contacto a continuación.


Traducción de Luciana Schreier (Perú)

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