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El Don del Matrimonio

Por Rachel Chindongo


Confiar en el Señor es una prueba de fe. A él le confiamos el sol que brilla y el aire que respiramos. Esas cosas no las dudamos. Confiamos en que Dios proveerá de todas nuestras necesidades diarias, pero, ¿qué pasa con las cosas que deseamos, aquellas que no se pueden ver?


A veces no nos damos cuenta que el mismo Dios que hace que nos crezca el cabello es el mismo que tiene el poder de satisfacer todas nuestras necesidades, incluso cuando aún no las podemos ver o experimentar. Es esta invisibilidad la cual nos nubla la vista y nos impide apreciar la fe en Dios. A veces pensamos que algunas cosas son demasiado grandes para que se nos sean concedidas, lo cual pone a prueba nuestra comprensión en Dios.


Pensamos “Sí, Dios me protegerá hoy; confío en que protege a su rebaño como un buen pastor, pero no estoy seguro si me dará un esposo.”


Antes de casarme, sabía que, con el tiempo, Dios me concedería una pareja, pero mi fe también fue puesta a prueba. Como muchas otras mujeres solteras, empecé a cuestionar y a ser impaciente. Parecía que el tiempo pasaba sin ningún problema, y sentía como me arrastraba con él.


Sin pretendiente alguno, o con el pretendiente equivocado, una mujer soltera puede empezar a cuestionar si sus oraciones son escuchadas y pensar, “tal vez el matrimonio no es para mí”. Las palabras del salmista son reconfortantes en aquellos momentos y nos recuerdan quién es Dios realmente. El Salmo 37:3-4 dice, “Confía en el Señor y haz el bien, habita esta tierra y sé fiel. Deléitate en el Señor y Él te dará cuanto pidas. Encomienda tu camino al Señor, confía en Él y Él actuará.”

Photo Courtesy of Rachel Chindongo
Photo Courtesy of Rachel Chindongo

Únicamente cuando nuestra relación con Dios sea lo más importante en nuestras vidas, podremos decir “Cristo es todo lo que necesito. Incluso si Él no me da nada más, Él es todo lo que necesito”


Fue solamente cuando esta verdad estaba grabada en mi corazón que el Señor me iluminó ciertas partes de mi corazón que me demostraban que no le estaba confiando todas las partes de mi vida. Quería servir a Dios, pero ¿cómo podía servirle si no confiaba en él completamente?


El salmo 145:16 nos dice del Señor, “Abres generosamente tu mano y sacias a todo ser viviente.” Él conoce nuestros deseos, y por sobre todas las cosas un corazón fijado en Cristo, desea a Cristo. Cualquier otro deseo debe someterse a este deseo, el más importante. El Señor me demostró que si mi principal pensamiento era en casarme, significaba que me estaba perdiendo de vista el panorama más amplio, ya que Dios debe ser mi deseo principal. Su promesa en el Salmo 145 es verdadera. Él nos dará lo que necesitemos. La pregunta es, ¿nos atrevemos a someternos a Él incluso cuando Él no nos proporcione un esposo? ¿Estaremos contentas con Cristo, y solamente Cristo?


Llegar a esta conclusión me permitió enfocarme en lo que Dios estaba haciendo en mi vida en ese momento, y oré prometiendo glorificarlo. La vida no se detendrá mientras espero. Necesito buscarlo. Completé mi posgrado, por la gracia del Señor, y mientras trabajaba en el mundo corporativo y aplicaba para un programa de doctorado, el Señor introdujo a mi futuro esposo a mi vida. Le agradezco al Señor por su provisión en ese momento. Fue una época en la cual el Señor me estaba recordando de su amor y fe, y que Él debería ser el principal deseo en mi vida. El Señor había facilitado tantas áreas en las cuales podía servirle, y presentarme a mi futuro esposo no solamente era la satisfacción de un deseo personal, sino también parte de un deseo mayor de servir al Señor.


Dios sabía desde el inicio del tiempo con quién me casaría. Yo no tenía idea que mi futuro esposo vendría de otro país, ¡y que el Señor me haría reubicarme! Confiar en Dios hizo la diferencia. Completar mi doctorado no era mi principal deseo, y cuando el señor cerró esa puerta, sabía que era Su plan. Al confiar en Dios y dejarme ser guiada por Su mano, recibí el don de un esposo que me ama.


Dios le ha dado a la humanidad el regalo más preciado: Su Hijo, Jesucristo, para reconciliarlo con el hombre; nuestra mayor necesidad. ¿Qué esposo más piadoso se puede pedir?


Rachel vive en Malawi, y está casada con el amor de su vida. Juntos, tienen dos hermosas y alegres hijas a las cuales criarán con temor y admonición de Dios. Rachel toca el piano y la guitarra, y le encanta leer, escribir, así como también aconsejar y disciplinar a mujeres jóvenes.


Envíe cualquier pregunta o comentario para Rachel en el formulario de contacto a continuación.


Traducción de Luciana Schreier (Perú)

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