por Nia Jonas
Muchas cosas pueden apasionarnos, pero estas pasiones pueden convertirse en ídolos. Cuando convertimos a algo en un ídolo, nos convencemos de que no podemos vivir sin él. Luego nuestra identidad, en vez de ser definida por quiénes somos en Cristo (justificados, redimidos, perdonados, reconciliados y adoptados), se define por algo perecible.
Muchas cosas pueden apasionarnos, pero estas pasiones pueden convertirse en ídolos. Cuando convertimos a algo en un ídolo, nos convencemos de que no podemos vivir sin él. Luego nuestra identidad, en vez de ser definida por quiénes somos en Cristo (justificados, redimidos, perdonados, reconciliados y adoptados), se define por algo perecible.
Gálatas 5:24 dice: “Y no en vano los que pertenecen a Cristo Jesús han crucificado lo que en ellos hay de apetitos desordenados, junto con sus pasiones y malos deseos.” Este pasaje de la Biblia no sólo habla de pecados sexuales o pecados de la carne, sino también menciona que la palabra “pasiones” (traducido como “lujuria”) se refiere al deseo excesivo.
Es común creer que los objetos materiales que tenemos no son suficientes y que necesitamos más para poder sentirnos completos. Es fácil ser engañado y pensar que necesitamos más dinero, amor y éxito.
El apóstol Pablo ordenó a la iglesia crucificar a la lujuria. Para explicar esta afirmación, concentrémonos en Gálatas 5:16-18: “Los exhorto, pues, a que vivan de acuerdo con las exigencias del Espíritu y así no se dejarán arrastrar por desordenadas apetencias humanas. Pero si los guía el Espíritu, ya no están bajo el dominio de la ley.” Los dos versículos se conectan debido a la mención de vivir guiado por le Espíritu, y ser guiado por él, son esencialmente lo mismo. También hay otra relación entre “las apetencias humanas” y “dominio de la ley”.
¿Qué significa “el dominio de la ley”, y qué implica? Obedecer no significa que debamos estar “bajo el dominio de la ley”. Podemos obedecer la ley para expresar nuestro amor por Dios (Juan 14:15). Nuestro amor y gratitud nos incitan a obedecer a Dios. Cuando obedecemos con temor al infierno y a la perdición, tenemos miedo de que Dios vaya a ocultarnos sus bendiciones. Estar sometidos bajo la ley es tener una mentalidad de que no somos lo suficientemente perfectos para el Día del Juicio, por tanto, podemos vivir bajo la falsa noción de hacer buenas obras para ganar la salvación.
Para ser guiado por el Espíritu Santo debemos omitir la evidencia de nuestros esfuerzos para ganar la salvación. Nada de lo que podamos hacer nos hará ser dignos del amor de Dios. Pongámonos en la mentalidad de obediencia perfecta de Cristo. Cristo vivió la vida que debíamos haber vivido y murió de la manera que nosotros deberíamos haber muerto.
Entonces, ¿cómo cultivamos la fecundidad? Nuestro Señor Jesucristo no nos pide que hagamos obras para “demostrar nuestra conversión” (Mateo 3:8) para poder ser aceptados. No podemos lograr la perfección para que nos ame. Él murió por nuestros pecados, y como le pertenecemos, somos amados y aceptados por Dios, nuestro Padre. Este amor nos lleva a hacer lo correcto.
Confía en ti mismo, y aquellos a los que impartes disciplina, que el mismo poder que revivió a Jesús puede convertir una vida de pecado en una vida espiritual.
La gracia de Dios es suficiente. Sino fuese así, perderíamos la fe. Hay que obedecer a Dios con temor a Él, no temiendo las consecuencias de no obedecer, pero teniendo tanto amor por Él que seguimos sus mandamientos. Obedezcamos porque nos deleita la obra de Dios.
Yo era una de dos creyentes en la secundaria. Fui salvada a los doce años y siendo nueva en la fe tuve que pasar por muchos obstáculos. Estuve tentada de seguir prácticas impías para ser aceptada por mis compañeros. Perdí contacto con la persona que Dios quería que fuera, y empecé a poner la “aceptación” por encima de mi crecimiento espiritual. No tenía ganas de rezar o buscar la ayuda de Dios antes de buscar a otros.
Fui capaz de reconectarme con la Palabra de Dios y mi vida espiritual al convertirme la mejor amiga de otra creyente. Esto ayudó a que mi relación con Dios crezca sabiendo que ella también encontraba dificultades en mantenerse fiel. Buscamos a Dios en momentos difíciles y oramos para que nuestra fe se fortalezca, a pesar de las tentaciones del día a día. Cultivar la fecundidad se convirtió en más que un deseo una vez que fui a la universidad y conocí a otros creyentes que también tenían los mismos obstáculos que yo. Hoy, estoy agradecida de estar en una comunidad de creyentes que temen a Dios. Sólo Él merece todas las alabanzas y gratitud que puedo entregarle.
Nia es una estudiante de primer año en The College at Southeastern en Wake Forest, Carolina del Norte, estudiando la carrera de bachiller en inglés. Le encanta escribir, pero por sobre todas las cosas, dedicarle su vida a Dios. Nia tiene muchas ansias de pasar sus vacaciones de verano en su casa en la isla de Antigua. Por favor envíen cualquier pregunta o comentario para Nia en el formulario de contacto a continuación.
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