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Cuando El Corazón se Rebela

por Christianna Hellwig


Somos de los que vivimos vidas muy simples, muy sanas: nada de drogas, alcohol, ni tendencias asesinas.


Todo va bien hasta que reflexionamos acerca de nuestra ordenada existencia y nos damos cuenta de que nuestras vidas están muy lejos de la perfección. Hemos regresado a ese mal hábito con el que nos debatimos desde la infancia. Se manifiesta de diferentes formas, pero es el mismo problema del corazón.


Por la mañana, nos planteamos lo mismo: “No más, Señor, estoy harto de esto. Ayúdame a conquistarlo.” Pero no funciona. Nunca funciona… muy en el fondo, lo sabes. En efecto, esa misma noche vuelves a hacerlo, y te vas a dormir con la conciencia intranquila, avergonzado de rezar aun así cuando deberías hacerlo.


¿Te sientes identificado?


De ser así, te escribo justo a ti. Me escribo a mí. Le escribo a todos los que hemos descubierto que lo que quiere el corazón usualmente gana ese día.

Para muchos de nosotros, este pecado acosador ni siquiera nos trae placer. Es más narcótico. Nos hace dejar de sentir, y nos nubla el pensamiento. Nos distrae de la realidad y nos trae más hacia nosotros. Es peligroso y lo sabemos, pero no podemos dejar de hacerlo.

Photo courtesy of Milada Vigerova, Unsplash
Photo courtesy of Milada Vigerova/Unsplash

Entonces, ¿qué hacemos al respecto? ¿Qué debemos hacer? ¿Acaso Dios nos está pidiendo algo que no somos capaces de hacer? Tenemos ya más criterio para decir “Puedo hacer todo a través de Cristo, quien me da fuerzas” fuera de contexto y aplicarlo como un mantra de empoderamiento personal. De hecho, estamos hartos de los que utilizan esta frase de esta manera.


Lo que buscamos es un remedio, y no lo encontramos por ninguna parte.


¿Espiritualidad?


Es muy fácil para los que luchamos contra el pecado, pensar que nuestra mente y nuestro corazón son dos compartimientos separados. Después de todo, si nuestros corazones no nos estuviesen guiando a la perdición, estaríamos bien, ¿no? Muchos de nosotros secretamente quisiéramos ser “cristianos vulcanos”. Queremos que la lógica del cristianismo triunfe sobre nosotros para jamás dejar que nuestras emociones dicten nuestras acciones. Después de todo, ese es el problema, ¿no? ¡Esas terribles emociones!


No tanto.


De tener una mente de acero, nuestros corazones nos podrían persuadir de todas maneras, ya que nuestras mentes están, al fin y al cabo, guiadas por nuestros deseos. Piénsalo de esta manera: digamos que tocas un instrumento o practicas algún deporte. Incluso cuando no quieres, te fuerzas para practicarlo: los mismos movimientos, la misma pieza, el mismo saque, el mismo rasgueo, hasta que lo dominas. Si no tocas algún instrumento o practicas deporte, tal vez sea ejercicio diario. Tal vez sea mantener tu casa en orden. Sea lo que sea, tienes que trabajar día tras día. Se vuelve tedioso, pero lo sigues haciendo.


Algunos días cuestionas tus decisiones acerca del deporte o instrumento, pero dejas de lado cualquier emoción irracional y sigues practicando. Date cuenta de que esta misma voluntad es la que te deja caer en ese pecado vergonzoso una y otra vez.

Si fuese una cuestión de voluntad, todos seríamos angelitos a estas alturas ya que todos tendríamos la voluntad de hacer las cosas que realmente queremos hacer.

El problema, entonces, es más grande de lo que pensamos, y la solución es más grande que nosotros mismos. Sólo Dios puede cambiar nuestros corazones. Sólo Dios puede llenar nuestra mente con Su Espíritu. Lo sabemos, claro. La pregunta que nos hacemos es ¿Qué hago yo?


Deja de esforzarte… consejo retrógrado, lo sé.

Creía falsamente que antes de conversar con quien cubría mis pecados con Su rectitud, necesitaba cubrir mis pecados con mi propia rectitud. Era este orgullo el cual me llevó a creer que yo tenía la habilidad de rectificarme con Dios.


¿Acaso una hormiga puede medirse con un humano? ¿Acaso una pequeña flor puede ponerse al mismo nivel que una secoya gigante?


Y, sin embargo, yo, una criatura de Dios pensaba que me podía poner al nivel de Él.

Amigos, no tenemos recursos en nuestras vidas, excepto a nuestro Creador. Colosenses 2:13 dice: “Y muertos estaban a causa de sus delitos y de su condición de paganos. Pero ahora, Dios los ha vuelto a la vida con Cristo y nos ha perdonado todos nuestros pecados.”


Les reitero: el primer paso es dejar de esforzarnos y dejar de lado nuestra propia rectitud.

“Estén quietos y reconozcan que yo soy Dios.” Dice nuestro creador en Salmos 46:10, “Exaltado he de ser entre las naciones; exaltado seré en la tierra”. No se detiene ahí; observemos el versículo 11: “El Señor de los Ejércitos está con nosotros; nuestro refugio es el Dios de Jacob”.


Dios es quien nos ayudará, no nosotros mismos. Él no ayuda a quienes “se ayudan a sí mismos”, Él ayuda a quienes tienen la humildad de rendirse ante Su buen juicio.

Esto me trae a mi siguiente punto.


El origen de mi orgullo no era mi mal comportamiento, sino mis buenas acciones.

Uno de mis autores favoritos, George MacDonald, reconoció esta dificultad al escribir,

“por más extraño que parezca, cumplir nuestras responsabilidades convertirá a cualquiera en un presumido que sólo cumple ocasionalmente. Los que cumplen siempre se sentirían tan especiales por hacerlo como por sentarse a cenar. ¿Qué muchacho honesto se enorgullecería por no robar?”


Verán, el origen de mis acciones era la arrogancia de poder hacerlo yo misma. Sólo tenía que trabajar un poco más duro, hacer algo más, y mientras más orgullo sentía por las cosas que llegaba a hacer, más me enredaba en las cosas que no hacía. Traté de hacerlo sola, y fallé.


Antes que Santiago nos ordene resistirnos al diablo, nos pide que nos sometamos a Dios.

“Sométanse, pues, a Dios. Resistan al diablo, y él huirá de ustedes.” Santiago 4:7

Resulta que el meollo del asunto era que no estaba lista para someterme a Cristo. No quería dejarlo guiarme, o darle control sobre mi vida. Soy una persona que vive aterrorizada de cometer errores, que busca la perfección en todas las áreas de mi vida. Dios me llama a enfocarme en Él, la perfección encarnada, la fuente de toda perfección, y que me olvide de mí y mi esfuerzo.


Queridas hermanas, debo olvidar ese pecado persistente y enfocarme en el cielo. Debo ver la gloria de Dios y dejar de hacer todo por mí misma. Al hacerlo, empezaré a destruir la rebelión de raíz, y no seré yo, sino Él, quien haga esto.


En Práctica

Cuando tomamos un paso atrás y dejamos que Dios trabaje en nosotros, grandes cosas empiezan a suceder, pero muchas veces nos damos cuenta de que no sabemos cómo hacerlo. ¿Cómo retrocedemos y dejamos que Dios tome las riendas?


Reza cuando sientas que no quieres hacerlo.

¿Recuerdas ese momento luego de haber pecado, cuando te sientes extremadamente culpable, irremediablemente obscena? No quieres rezar en ese momento, tienes miedo. Si actúas en este miedo, estás justo donde tu corazón orgulloso quiere que estés. Probablemente será esta culpa la que te llevará a pecar de nuevo, una y otra vez. No esperes. Cuando sientas que no tienes salvación, arrodíllate y cuéntale todo a Dios. Pide fuerzas para resistir la tentación.


El salmo 32 dice: Mientras callé se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día. Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; mi vigor se convirtió en sequedades de verano. Mi pecado te declaré y no encubrí mi iniquidad. Dije: “Confesaré mis rebeliones al SEÑOR”. Y tú perdonaste la maldad de mi pecado.” (versículos 3-5)


Cuéntaselo a alguien. Los pecados más persistentes son usualmente los que mantenemos escondidos; los que nos avergüenzan, y por tanto no queremos contárselos a nadie. Si tienes vergüenza de contarle a alguien sobre ese pecado persistente, es un buen indicador que no debería quedar entre tú y Dios. Nos dio una iglesia y muchos creyentes por esta razón; para mejorar y darnos ánimo entre nosotros a tener la mente en el Espíritu. Encuentra algún creyente maduro en el cual puedas confiar, cuéntale con lujo de detalles, y pídele como mínimo una oración y rendición de cuentas. No te guardes nada. Santiago 5:16 dice, “Por tanto, confiésense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros de manera que sean sanados. La ferviente oración del justo, obrando eficazmente, puede mucho.”


Dedica tiempo a pensar en el otro. Un corazón orgulloso es egocéntrico. Si nuestros pensamientos están enfocados en nosotros mismos en vez de en otros, es muy fácil caer en el círculo vicioso de pensar en como nos sentimos y en lo que queremos. Es otra manera de rezar. Encuentra formas en las que puedas pasar más tiempo dedicándote a los otros, y menos tiempo hablando de ti en las conversaciones. Intenta interesarte en alguien más. Cuando estamos enfocados en el otro es menos probable que caigamos en la tentación de nuestros pecados o adicciones.


En Filipenses, Pablo dice, “no considerando cada cual solamente los intereses propios sino considerando cada uno también los intereses de los demás. Haya en ustedes esta manera de pensar que hubo también en Cristo Jesús: Existiendo en forma de Dios, él no consideró el ser igual a Dios como algo a que aferrarse; sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres.” Filipenses 2:4-7

Cristo se vació para los otros, y es nuestro deber hacer lo mismo.


En conclusión, mi exhortación puede ser resumida en el primer y último verso de un hermoso himno por Kate B. Wilkinson:


Que la mente de Cristo salvador Viva en mí día a día, Por su amor y poder Todo lo que haga y diga.

Que Su belleza caiga en mi Mientras busco a los perdidos para ganarlos, Y que me olvide del emisor, Viéndolo sólo a él.

Christianna Hellwig es una profesora de violín, canto y piano en el área de Carolina del Norte, donde vive con una familia de diez personas. El tiempo que no le dedica a la enseñanza o a la composición musical es dedicado a escribir, cantar, pasar el tiempo con sus hermanos, horneando, haciendo excursionismo, leyendo, bailando, o cualquier actividad similar. El objetivo de Christianna es dedicar su vida a la gloria de Dios y al hacerlo, añadir valor a la vida de otros. Por favor envíen cualquier pregunta o comentario para Christianna en el formulario de contacto a continuación.


Envíe cualquier pregunta o comentario para Christianna en el formulario de contacto a continuación.


Traducción de Luciana Schreier (Perú)

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